Jesús y Bartimeo: el Señor siempre oye a los que le buscan y creen en Él.

En el evangelio de Marcos capítulo 10: 46-52, se nos menciona la curación de un hombre ciego llamado Bartimeo. Este milagro hecho por Jesucristo, quién devuelve la vista a un hombre ciego de nacimiento, nos demuestra, no sólo, el Omnipotente poder de Dios, sino además, las circunstancias en que se da dicha curación, llama poderosamente la atención del lector el hecho de que Cristo estaba rodeado por una ‘multitud’, que apenas lo dejaba avanzar, e imaginamos también el griterío y desorden que acompañaban su paso por la ciudad  de Jericó (En el evangelio de Lucas 8: 40-49 se nos relata también como Jesús sanó a una mujer de su flujo de sangre y vemos como las multitudes se apiñaban a su paso).

Esto es importante resaltarlo pues demuestra que a pesar del griterío y desorden de las personas que seguían a Jesucristo Él, sin embargo, fue capaz de escuchar la voz de este pobre ciego e indefenso hombre, que además de su compleja discapacidad visual, era mendigo, y vivía de las limosnas y la  caridad que recogía diariamente de las personas que pasaban junto a él en los caminos.

El evangelio nos dice que cuando Bartimeo escuchó que Jesucristo pasaba por el camino se puso a llamarlo con mucha fuerza diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!».

Pero la multitud le regañaba y le gritaban para que se callara, más él, gritaba aún más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».

Jesucristo lo oyó en medio al desorden en el que estaba, en medio al griterío y conmoción de los que no cesaban de hablar y pedir milagros para los suyos…

Jesucristo escuchó la voz de este pobre ciego que luchaba diariamente, no sólo contra su discapacidad visual, sino también contra la indiferencia y el desprecio de todos aquellos que le regañaban por hablarle así al Señor: «¡Cállate!», le gritaba la gente que estaba más adelante.

¡Pero el Señor lo escuchó!

Lo mandó llamar y poniendo a prueba su fe le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? -Señor -le dijo-, ¡quiero ver!

Jesús le dijo: Bien, recibe la vista. Tu fe te ha sanado.

Hermanos, es hermosa esta pequeña historia. No sólo nos demuestra que Nada hay Imposible para nuestro Dios, sino también demuestra la compasión y el gran amor de Jesús por los suyos.

¡El Señor Jesús no despreciará a nadie que venga a Él con un corazón sincero y lleno de Fe como el de Bartimeo!

El Señor no dejará de oír tu voz, por más que te halles entre una Multitud de problemas, de angustias, de dificultades, necesidades y tribulaciones. En los tiempos de Bartimeo eran las personas que le rodeaban un escollo para que él alcanzara la misericordia de Jesucristo. Hoy tal vez pienses que son tus problemas esa ‘grande multitud’. Hoy tal vez pienses que el Señor ya no te oye, no te escucha, que tus infidelidades y tropiezos han ‘acortado el brazo poderoso’ de nuestro Dios.

Más así te dice hoy Cristo Jesús Nuestro Señor: ¡Escuchen! El brazo del Señor no es demasiado débil para no salvarlos,
    ni su oído demasiado sordo para no oír su clamor. (Isaías 59:1)

Ven al Señor hermano, tú que te sientes desalentado y confundido en tu corazón. ¡No pierdas la fe!

Se como Bartimeo quién a pesar de todos su problemas clamó cada vez más fuerte hasta ser oído.

Arrepiéntete de tus pecados, deja ya el camino falso de maldad y perversidad. Ven confiado al Trono de Gracia, recuerda: “Si confesamos nuestros pecados Él es Fiel y Justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:8)

Y luego de ser restaurado, Bartimeo agradeció al Señor su gran compasión y le ‘siguió por el camino’.

¡Ánimo hermanos!

Tenemos un Dios de compasión, amor y misericordia que siempre está dispuesto a escuchar y rescatar a los suyos, por más que estos caigan al lado del camino y piensen que ya no hay esperanza para ellos.

Esta promesa de nuestro Dios siempre alumbrará como antorcha en la oscuridad: “Nunca te dejaré ni te desampararé.” (Deuteronomio 31:8) Amén.

 

Fernando Acuña.

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